(notas para los conciertos realizado en el Auditorio del C.C. Conde-Duque de Madrid,

diciembre de 2004)

 

ISABEL II Y LA MÚSICA

 

            Desde que el 10 de octubre de 1830, la bandera blanca borbónica anunciara a los madrileños en el tejado del Palacio de Oriente el nacimiento de la primera hija de los monarcas hasta la muerte de ésta el 9 de abril de 1904 en París, la vida de Isabel II estuvo marcada por un sin fin de acontecimientos personales, políticos, sociales y económicos que, como pocas veces en la historia de España, transformaron totalmente la vida cotidiana (y, por supuesto, la musical) de este país. Por ejemplo, es increíble comprobar como un matrimonio real puede influir tanto en la vida de un país. A la pobre Isabel, por intercesión de sor Patrocinio, la famosa ‘Monja de las llagas’, le obligaron con 16 años a contraer matrimonio, que acabaría en divorcio, con su odiado primo Francisco de Asís, homosexual declarado. Este ‘casto’ esposo que nunca llegó a consumar el matrimonio, parece ser que estuvo detrás del intento de regicidio en 1852, por parte del cura Merino, no se sabe si por ambiciones políticas o por convicciones morales y religiosas; y a causa también de este matrimonio pasaron por la alcoba de la reina diferentes generales de uno y otro signo político que hicieron que España viviera en un continuo naufragio que a punto estuvo de hundir al país. 

Pero no voy a hablar de esos sucesos históricos que me imagino todo español medianamente instruido conoce (o debiera conocer), sino de la música que se produjo a lo largo de esa vida regia, ya que los dos programas que conforman este pequeño ciclo están formados por obras instrumentales de cámara que abarcan la vida de Isabel II y que en varios casos tienen relación directa con sucesos históricos de ella. Por otro lado, Andrés Ruiz Tarazona, en sus notas para este programa, sintetiza muy bien la idea y el espíritu históricos que presiden la realización de estos conciertos dedicados a conmemorar el centenario de la muerte de Isabel II, conmemoración que en realidad nos sirve, en nuestro caso, como disculpa para dar a conocer la injustamente olvidada música española del tan denostado siglo XIX español. 

            Como apunta Ruiz Tarazona, la reina gobernadora Mª Cristina y sus hijas Isabel y Luisa Fernanda tenían tal afición e interés por el arte músico que no sólo programaban música en Palacio en forma de conciertos, bailes o representaciones operísticas sino que la alentaban y apoyaban con su presencia en los teatros, el nuevo conservatorio o el Liceo Artístico y Literario, especialmente durante el reinado de Isabel II, reina filarmónica por excelencia, que también encontró en el mundo operístico alguno de sus amantes.

            Baltasar Saldoni, con esa mitificación de las monarquías propia de siglos anteriores, nos cuenta que la reina gobernadora (creadora en 1830 del primer conservatorio que hubo en Madrid) “cantaba y tocaba el piano como artista verdaderamente consumada, y su manera de expresar y de sentir podía servir de modelo a muchos artistas notables. Su voz, de mezzo soprano, era de una pastosidad y dulzura incomparables; su discernimiento o criterio musical, extraordinario…”. También Isabel y Luisa Fernanda eran ‘consumadas’ pianistas y cantantes, y junto a su madre participaban como cantantes e intérpretes en numerosos actos privados y públicos tanto en Palacio como en el exterior. Una idea de su verdadero nivel musical nos lo puede dar las numerosas piezas que Albéniz compuso para piano solo, a cuatro manos o con orquesta (dos de las cuales están programadas en este concierto) y que tocaba junto a la reina o que tocaban las dos hermanas, piezas que sin ser de gran virtuosismo exigen un importante dominio técnico del instrumento. Como ejemplo y curiosidad están unas Variaciones brillantes sobre el Himno de Riego, que tanto gustaban a la reina, y que el músico riojano Pedro Albéniz dedicó a su ministro Juan de Dios Álvarez de Mendizábal.

            En este parnaso de regios filarmónicos también destacaban Francisco de Paula, esposo de Luisa Carlota la hermana de Mª Cristina, excelente barítono y poseedor de una de las más importantes bibliotecas musicales del país, su hijo el rey consorte Francisco de Asís, distinguido pianista y protector de músicos, y el infante Sebastián Gabriel, ilustre tenor que alcanzaba el ‘do de pecho’ y participaba en los conciertos de Palacio.

            Otra muestra del afán filarmónico de Isabel II está en la construcción del teatro palatino, inaugurado en 1849, donde se estrenarían las primeras óperas de un joven E. Arrieta por el que la reina sentía especial inclinación (según las malas lenguas no sólo musical) y al que apoyó todo lo que pudo con todos los medios a su alcance (años más tarde, el compositor navarro agradecería ese apoyo con el famoso himno Abajo los Borbones). También por esa época la reina envía a F. de Valldemosa a París para que compre nueva música sinfónica e instrumental para los conciertos de Palacio. Valldemosa se trae, entre otras muchas, sinfonías y oberturas de Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn, Weber, o del español Gomis (muerto en París en su exilio por liberal y que había compuesto una ópera con el general Riego como protagonista), obras que serían interpretadas en numerosas ocasiones en Palacio por una orquesta de 50-55 músicos dirigidos principalmente por Valldemosa.

            En estos años y hasta el derrocamiento y exilio de Isabel II en 1868 se suceden importantes acontecimientos musicales apoyados de una u otra forma por la reina. A mediados de siglo, Barbieri, Oudrid, Hernando, Gaztambide y otros dan a conocer lo que entendemos por zarzuela moderna. En 1863, Monasterio, Rafael Pérez, Lestán, Castellano y Guelbenzu crean la Sociedad de Cuartetos, donde se dan a conocer los más importantes compositores europeos, y, tras varios intentos fallidos, unos años más tarde, 1866, un grupo numeroso de músicos encabezados por Monasterio, Barbieri y Gaztambide forman la Sociedad de Conciertos de Madrid, verdadero inicio del movimiento sinfónico en España.

            Ya en el exilio la reina y hasta su muerte, la vida musical seguirá en España con altibajos y continuas quejas de los músicos españoles por el escaso apoyo y poco interés hacia su obra por parte del gobierno, y sobre todo del Teatro Real, y con dos principales protagonistas: la ópera italiana, refugio de la aristocracia y clases altas, y la zarzuela, verdadero teatro musical popular; primacía de la música teatral frente a la instrumental sinfónica y de cámara que sin embargo también tenía sus cultivadores y seguidores en aumento que la calificaban de música ‘sabia’ con cierto desdén elitista culto hacia el fácil populismo de la música teatral que imperaba. En este ambiente y cultivando ambos géneros surgen en la segunda mitad del XIX grandes nombres como Bretón, Chapí, I. Albéniz, Granados y ya con la Generación del 98 M. de Falla y otros cuantos de gran calidad que no deberíamos olvidar: José M. Guervós (1870-1944), J. Lamote de Grignon (1872-1949), Andrés Gaos (1874-1959), E. López-Chavarri (1875-1970), Juli Garreta (1875-1925), Conrado del Campo (1878-1953), Jaume Pahissa (1880-1969), J. M. Usandizaga (1881-1915) y Joaquín Turina (1882-1949).

 

LAS OBRAS

 

            Abarcando la vida de Isabel II, de 1830 a 1904, hemos seleccionado un ramillete de obras que engloban y representan los diferentes aspectos de la música española instrumental, con el añadido de la obra que Puccini dedicó a la memoria del efímero rey Amadeo I. Desde las obras solistas pensadas para el lucimiento en las pruebas de oposición que nos dan el nivel instrumental de los músicos españoles (Carnicer, Lestán, Eslava, etc.) hasta la música que tocaba Isabel II en palacio (Albéniz); desde la más genuina música de salón (Echeverría) y zarzuela (Chapí) hasta los refinados (Monasterio, Adalid) y la gran elaboración posromántica de influencia germánica (Pahissa); desde el genuino cuarteto de cuerda (Pérez, Olmeda) hasta las referencias a la memoria de los reyes desaparecidos (Bretón, Puccini).

 

PROGRAMA I

 

Ramón Carnicer. Solo de Flauta con acompañamiento de cuarteto.

Nacido en Tárrega en 1789 y muerto en Madrid en 1855 Carnicer es uno de los músicos españoles más importantes de la primera mitad del XIX. Después de su formación catalana y triunfar en Barcelona con varias óperas, fue obligado en 1827 con una orden real, a pesar de ser liberal y estar unos años exiliado, a ir a Madrid para hacerse cargo de los teatros de ópera. En Madrid volvió a triunfar con sus óperas de estilo rosiniano (unos años antes había compuesto una obertura para El barbero de Sevilla  que recibió el aplauso de Rossini) no sin ensayar antes "las severas armonías tudescas" (como fue acusado) en su ópera Don Giovanni Tenorio.  En 1830 fue nombrado el primer profesor de composición del reciente creado conservatorio y de sus aulas salieron grandes compositores como Barbieri o Gaztambide. Además de las óperas compuso varias misas, como la de Réquiem para el banquero Safont, y un concierto para clarinete.

            Esta obra para flauta, en la que la cuerda se limita a un papel meramente acompañante, es muy virtuosa en su papel solista y es posible que fuera compuesta para alguna oposición, como ocurre con otras obras suyas. En el manuscrito existente en la Biblioteca Histórica del Ayuntamiento de Madrid parece que han sido borradas las palabras "para oposiciones" quizás con la intención de llevarla al concierto.

           

Jesús de Monasterio. Andante religioso; Andantino expresivo. 

Un gran virtuoso del violín, director de orquesta, compositor y pedagogo fue este insigne músico nacido en Potes en 1836 y muerto en Casar de Periedo en 1903. Después de estudiar en Madrid con J. Vega, J. Ortega y A. Daroca se trasladó a Bruselas donde completó su formación en todas la facetas, estudiando violín con C. Bériot y ganando varios premios. Durante muchos años recorrió Europa (Gran Bretaña, Irlanda, Bélgica, Holanda, Alemania) tocando como solista con su Stradivarius o dirigiendo orquestas con gran éxito. Poco después de su regreso a Madrid fundó la Sociedad de Cuartetos y a partir de 1869 tomó parte muy activa en la Sociedad de Conciertos, dando a conocer numerosas obras de contemporáneos españoles y europeos. Como compositor también tuvo una gran actividad  componiendo más de sesenta obras, algunas tan importante como el Concierto para violín. Como pedagogo se puede decir que es el padre de la moderna escuela española de cuerda, cuyo máximo exponente fue Pablo Casals, quién decía en su biografía que Monasterio es “el maestro más grande que uno pueda haber tenido”.

            Estas dos obras fueron presentadas en la Sociedad de Conciertos de Madrid en el Teatro del Príncipe Alfonso; el Andante  el 17 de marzo de 1872 dirigido por el autor (posteriormente hubo otras interpretaciones dirigidas por Dalmau, 1872, y Oudrid, 1874, en el Jardín del Buen Retiro y por el autor, 1874, en el Príncipe) y el Andantino, en cuya portada figura "a la memoria de mi muy querida madre",  el 17 de abril de 1881 dirigido por Mariano Vázquez en el Teatro del Príncipe Alfonso. Monasterio, que conocía muy bien la música de los clásicos y de los primeros románticos, se inclinaba en sus composiciones, con buen oficio, hacia un romanticismo de corte clásico que lindaba con el romanticismo de salón; y de ese sentir son representativas estas dos obras.

 

Marcial del Adalid. Sérénade pour instruments á cordes. 

Es Adalid, probablemente, el compositor gallego más importante del XIX y a su estudio y difusión se ha dedicado especialmente la musicóloga Margarita Soto Viso dedicándole numerosos trabajos biográficos, de análisis y edición de obras. Nacido en La Coruña en 1826 y muerto en su pazo de Lóngora en 1881, es enviado a los catorce años a Londres por su padre para estudiar piano con I. Moscheles. Allí entró en contacto con todo el movimiento romántico y según Soto Viso es muy probable que participara en el montaje de algunas obras de Mendelssohn; también quiso tomar lecciones con Chopin en París ‘aunque no existe ninguna documentación que lo pruebe’. Desde su regreso a España en 1844 entra en contacto con los músicos residentes en Madrid y especialmente con Guelbenzu y el grupo en torno a la Sociedad de Cuartetos, donde se le interpretan numerosas obras. Compuso una ópera importante, Ines e Bianca,  que no pudo estrenar en vida y participó en el nacimiento del nacionalismo artístico gallego.

            Esta Sérénade  de 1880 se inscribe dentro de la tercera época de las tres que divide la música de Adalid la escritora Emilia Pardo Bazán, amiga de Fanny Garrido esposa de Adalid. Según Soto Viso está basada en el tema de la Romances sans paroles  nº 2 del tercer cuaderno.     

 

Hilarión Eslava. Andante y allegro para  Oboe. (Andante y allegro para Clarinete).

La historia ha sido tan severa con Eslava como él fue en sus juicios con muchos músicos españoles; sin embargo, además del Miserere  y el Método de Solfeo,  las únicas obras que se mantienen en la actualidad, tiene otros muchos méritos que es necesario destacar. Nacido en Burlada (Navarra) en 1807 en una familia humilde, se formó entre Pamplona y Calahorra con dos importantes músicos riojanos, Julián Prieto y Francisco Secanilla. Pasó por varios magisterios de capilla (es importante su paso por Sevilla) hasta recalar en Madrid, donde ganó la plaza de maestro de la Real Capilla en una reñida oposición para sustituir al gran Rodríguez de Ledesma que se había jubilado por enfermedad. Fue participante activo del movimiento por una ópera nacional y en Madrid alcanzó las más altas consideraciones musicales; aparte de su faceta de compositor y pedagogo, descubrió a Julián Gayarre y publicó uno de los grandes monumentos musicológicos españoles, la Lira Sacro-Hispana. Murió en Madrid en 1878.

            Estas dos obras tienen características muy similares. La de oboe es para una oposición de 1857 y la de clarinete para otra pero sin fecha que sepamos. En las dos obras los instrumentos solistas alcanzan un gran nivel de virtuosismo (sobre todo en la de clarinete) y la cuerda no se queda en un plano de mero acompañante, aunque es evidente que la de oboe está mucho más desarrollada con partes orquestales autónomas.

 

Pedro Albéniz. Rondino op. 13. Rondino-Capricho sobre motivos de La Violeta op. 14.

            Nacido en Logroño en 1795 y muerto en Madrid en 1855, era hijo del famoso Mateo Albéniz, con quién inició sus estudios musicales para continuarlos en San Sebastián y Bilbao. En 1826 se trasladó a París para estudiar con Herz y Kalbrenner, contactando con otros músicos románticos como Rossini o los españoles Arriaga, Masarnau y Gomis. Su estancia en París fue muy importante para la evolución del piano en España, introdujo las nuevas técnicas y desarrolló la ‘Moderna Escuela de Piano’. En 1830 la reina le nombra Maestro de Piano en el recién inaugurado Conservatorio de Madrid; en 1834 es nombrado organista de la Real Capilla y en 1841 Maestro de Piano de la reina Isabel II y su hermana Luisa Fernanda. P. Albéniz compuso música religiosa, de cámara, para orquesta, canciones, etc, pero su gran producción está en el piano. Fue el fundador de la Moderna Escuela de Piano en España y para ello escribió y publicó el Método Completo para Piano, además de componer innumerables obras en todas sus variantes: piano a cuatro manos, dos pianos, piano y grupo de cámara y piano solo.

            Cuenta la musicóloga Gemma Salas en sus estudios sobre este músico que cuando Albéniz fue nombrado en 1841 maestro de piano de la reina y su hermana compuso para ellas numerosas obras con el piano como protagonista, en todas las combinaciones posibles, que tocaban juntos en los conciertos de Palacio y que avanzaban en dificultad según mejoraba el dominio técnico de las alumnas reales, obras que en su mayoría fueron editadas por la imprenta de la corona. Ejemplo de ello son las dos obras que aquí se presentan en cuyas portadas figura: “Esta obra ha sido ejecutada en los conciertos de familia por S.M. La Reina Ntra. Sra.”;  fueron compuestas a los pocos años de comenzar las clases reales y desarrollan una dificultad técnica intermedia que sería el nivel que entonces poseía la reina.

            La relación de ésta con su profesor Albéniz era tan estrecha y cordial que la reina fue madrina de boda de la hija de Albéniz.

 

Giacomo Puccini. Crisantemi. 

            No es necesario, creo, hablar aquí de la vida de este famosísimo compositor italiano, nacido en Lucca en 1858 y muerto en Bruselas en 1924, conocido sobre todo por sus maravillosas y fantásticas óperas que están en la memoria de todos los aficionados a la música.

            Puccini compuso originalmente esta obra para cuarteto de cuerda en 1890, entre las óperas Edgar y Manon Lescaut, dándola a conocer el mismo año en el conservatorio de Milán; estaba dedicada a la memoria de Amadeo de Saboya Duque de Aosta que acababa de morir y que había sido brevemente rey de España: Amadeo I había sido nombrado rey en 1871 por las Cortes Constituyentes a iniciativa del general Prim. Su reinado duró dos años y su abdicación dio origen en febrero de 1873 a la 1ª República Española.

Entre el catálogo de obras camerísticas puccinianas destaca esta bella obra con forma tripartita y carácter elegíaco en la que ya se vislumbran sus nuevas ideas musicales armónicas que cristalizarán en su siguiente ópera triunfal Manon Lescaut

 

José de Juan Martínez. Pieza para Trompa. 

Existe bastante confusión sobre quién es este compositor. Algunos catálogos lo sitúan a ‘mediados del s. XVII’ y otros diccionarios en el XVIII. Hace ya algunos años, la musicóloga Beryl Kenyon de Pascual realizó una edición facsímil del Método de clarín de 1830 de José de Juan Martínez, que fue el primer profesor de este instrumento en el entonces recién creado conservatorio de 'María Cristina' y formó parte de las principales orquestas de la capital, así como de la Real Capilla. Subirá en su libro El Teatro del Real Palacio  al dar la relación de componentes en 1851 de la orquesta palatina cita: ‘José de Juan, cornetín’. En la introducción de su edición dice Beryl Kenyon que no hay que confundirlo con su tío, también José de Juan, que era intérprete y profesor de Trompa. Sin embargo, la firma que viene en la partitura manuscrita utilizada para esta edición es muy similar a la que se encuentra en el método de clarín. Seguramente el autor de esta obra será el tío, pero no hay ninguna certeza al respecto.

            La obra, aunque tiene rasgos tradicionales en el acompañamiento de la cuerda y el tratamiento del bajo, es estilísticamente decimonónica, quizás de la segunda mitad del XIX; la trompa está tratada con gran virtuosismo y la parte orquestal no se limita a un mero acompañamiento sino que participa activamente en el dialogo con el solista, lo que refleja que este músico era algo más que un mero intérprete de cornetín o trompa. En la portada figura como Pieza de repente. Oposición a la plaza de Trompa de la Real Capilla

 

Tomás Bretón. Marcha fúnebre a la memoria de Alfonso XII.

            Nacido en Salamanca en 1850 y muerto en Madrid en 1923 es junto a Chapí, Granados e I. Albéniz uno de los músicos españoles más importantes de la segunda mitad del XIX. Hoy día solo nos acordamos de su ‘Verbena’ y la ópera La Dolores, y nos olvidamos que también compuso otras muchas zarzuelas, sinfonías, conciertos, cuartetos, tríos, oratorios y sobre todo un montón de grandes  óperas, además de desarrollar una importante labor como director de orquesta y director del Conservatorio de Madrid.

            Tras la caída de la 1ª República y la restauración borbónica en 1874 fue proclamado rey el hijo de Isabel II: Alfonso XII; pero su reinado fue corto, duró solo una década ya que la tuberculosis le causó la muerte en 1885. A raíz de este suceso, 52 compositores españoles realizaron cada uno una breve obra que entregaron en forma de álbum conmemorativo a la reina Mª Cristina en enero de 1886.

Bretón realizó en apenas tres días esta Marcha fúnebre originalmente para dos pianos, que estrenaron I. Albéniz y Guervós, para más tarde realizar otra versión para gran orquesta sinfónica que se estrenó dirigida por el autor, en la temporada de la Sociedad de Conciertos, el 14 de marzo de 1886 en el teatro Príncipe Alfonso. Consta de una Introducción y la Marcha propiamente dicha, en cuya sección central aparece la marcha real (hoy nuestro himno nacional) en homenaje al difunto rey.

La versión que aquí presentamos para orquesta de cuerda está realizada por José Luis López Aranda.

 

Rafael Pérez. Minueto-Trío (del Cuarteto en Mib).

            No se conoce el lugar ni la fecha de nacimiento de este músico pero se sabe que estudió violín en el Conservatorio de Madrid. En 1846 es alabada por el crítico de La Iberia musical su labor como concertino de la orquesta del Teatro Circo y hacia 1860 participa ya junto a Monasterio en la interpretación de cuartetos en las casas de algunos nobles y políticos importantes de Madrid. En 1863, junto a Monasterio, Lestán, Castellano y Guelbenzu, funda la Sociedad de Cuartetos desempeñando la labor de segundo violín ininterrumpidamente hasta 1878 en que por motivos de salud lo va dejando poco a poco. También fue concertino de la orquesta del Teatro Real y socio fundador de la Sociedad de Conciertos de Madrid de la que fue secretario durante algunos años. En 1874 sustituye a Pedro Urrutia como profesor auxiliar de violín en la Escuela Nacional de Música, desempeñando este puesto hasta su muerte en 1884.

            Además del Cuarteto compuso otras obras instrumentales en las que el violín siempre aparece como solista desarrollando un virtuosismo de gran dificultad técnica. Variaciones para violín y pequeña orquesta dedicadas a J. de Monasterio, Romanza para violín y piano, Fantasía para violín y piano compuesta sobre varios motivos de La Gisela de Adam y dedicada a su alumno Ricardo Velasco, Preludio para violín solo y Tres fantasías en miniatura para violín y piano formadas con motivos de la ópera Dinorah son sus otras obras.

            Pérez dice en la portada de su cuarteto en cuatro movimientos compuesto en 1860 que es un ‘ensayo sobre este género de música’. Como se ve por la fecha, lo compuso tres años antes del comienzo de la actividad de la Sociedad de Cuartetos y su composición, por tanto, no tendría nada que ver con su actividad en esta sociedad como habitualmente se ha creído hasta ahora. Años antes, él y Monasterio habían coincidido en la sesiones de música de cámara que, como cuenta el crítico Peña y Goñi, se realizaban en las casas de los políticos y ministros Juan Gualberto González, que tocaba el violín, y José de Aranalde, que tocaba el cello.

            Es posible que a raíz de estas sesiones, en las que se tocaban exclusivamente obras de Haydn, Mozart y Beethoven, Pérez tuviese la idea de componer su cuarteto y Monasterio la de fundar la sociedad de Cuartetos.

Cinco años después de fundar la sociedad, el cuarteto fue estrenado el 16 de febrero de 1868 en el salón del Conservatorio en una sesión extraordinaria de la Sociedad de Cuartetos dedicada a la música española junto a obras de Marcial del Adalid, Sonatina para piano a 4 manos, y Martín Sánchez Allú, Sonata en re para violín y piano. Las críticas del estreno fueron muy buenas y como señala Monasterio en sus notas: ‘se repitieron el Minueto y Trío’.

Son estos bellísimos Minueto y Trío que tocamos en este concierto en versión de orquesta de cuerda por ser los movimientos más apropiados de la obra para esta formación orquestal.

 

PROGRAMA II

           

Anónimo. Solo de Trompa. 

Esta obra, realizada seguramente para oposiciones, se conserva en el Palacio Real de Madrid Dentro del estilo academicista en que está compuesta, es una de las más llamativas de este apartado con abundantes cambios de tonalidad, 'tempo' y carácter y con una parte orquestal muy elaborada y desarrollada, en algunos momentos verdadera protagonista. La parte solista es en general más cantábile que virtuosa, pero sin olvidar esta faceta,  culminando en un final brillante y característico de este tipo de obras.

 

Ruperto Chapí. Nocturno de 'El rey que rabió'.

            Es seguramente Chapí uno de nuestros músicos más prolífico y conocido y, sin embargo,  más injustamente infravalorado, un caso parecido a Pérez Galdós. Nacido en Villena (Alicante) en 1851 y muerto en Madrid en 1909 se le recuerda sobre todo por sus magistrales zarzuelas y se olvida con frecuencia sus grandes y magníficas óperas de corte wagneriano; pero Chapí compuso también sinfonías, cuartetos, tríos y poemas sinfónicos.

            Este Nocturno,  nº 11 de la obra, es un pequeño interludio del cuadro 2º del IIº  acto de la zarzuela 'El rey que rabió'. Tiene la peculiaridad de que no lleva contrabajos, de esta forma el autor consigue un efecto descriptivo del nocturno más leve y ensoñador. Hace ya algunas décadas que esta obrita se toca independientemente, popularizándola como pieza de concierto A. Argenta.

 

Felipe Gorriti. Andantino religioso. 

Nació en Huarte-Araquil (Navarra) en 1839, está considerado como uno de los compositores navarros más importantes del XIX,   formándose primero en Pamplona y después en Madrid con Eslava. Al acabar sus estudios estuvo de organista en Tafalla y en 1867 obtuvo la plaza de maestro de capilla de Santa María de Tolosa donde permaneció hasta su muerte en 1896.

            Esta obra es un arreglo, con alguna ligera variante, del versículo ‘Benigne fac’ del Miserere en Mib  conocido como 'Miserere viejo'; el oboe sustituye al tenor solista original. La obra fue adaptada por Gorriti para los conciertos que Tomás Bretón realizaba los veranos en el Casino de San Sebastián, estrenándose en 1892.

 

José María Echeverría. María Luisita (Gavota). 

De este autor guipuzcoano nacido en Lasarte en 1855 se desconoce la fecha de su muerte. Comenzó sus estudios en Guipúzcoa continuándolos en Madrid con gran éxito; posteriormente regresó a San Sebastián donde se estableció y desarrolló su actividad profesional. Investigó en el folklore vasco publicando varias obras que fueron elogiadas por Pedrell; también participó en política y en la última guerra carlista, donde fue herido. Editó bastantes composiciones algunas de las cuales fueron interpretadas en la Sociedad de Conciertos de Madrid.

            Esta obra, publicada por Díaz y Jornet. en San Sebastián en 1892, se interpretó en la Sociedad de Conciertos de Madrid dirigida por Luigi Mancinelli, entonces director titular de la formación. Obra amable y sin pretensiones representa el estilo más genuino de lo que entendemos hoy por música de salón.

 

Tomás Lestán. Preludio para violín, con acompañamiento de cuarteto.

Este músico nacido en Valencia en 1827 y muerto en Madrid en 1908 era conocido también con el nombre de 'Plo', apellido de su padrastro. Recorrió España siguiendo a sus padres, que eran actores, hasta que se radicó en Madrid. Primero se dedicó al violín alcanzando importantes puestos de solista y ante la falta de un buen solista de viola se pasó a este instrumento obteniendo los puestos de primer viola en la orquesta del Teatro Real y profesor del conservatorio. Escribió un importante método de viola (también de viola de amor) que quizás sea el primero en la historia española, además de componer numerosas Misceláneas,  muy famosas en su época, sobre motivos de óperas. Participó muy activamente en el resurgir de la música de cámara en Madrid con la fundación de la Sociedad de Cuartetos.

            Esta obra fechada el 14 de septiembre de 1879 fue compuesta para las oposiciones a la Real Capilla. Es una obra virtuosa y brillante para el violín que demuestra el buen nivel que tenían los instrumentistas de cuerda en España en aquella época; en cambio el acompañamiento es muy simple excepto la parte de viola en el pasaje cantábile central, que seguramente tocaba el propio Lestán. A pesar de que el enunciado dice 'con acompañamiento de cuarteto', en la parte de violines aparece la indicación de 'divisi', lo que supone la posibilidad de tocarla con orquesta.

 

Hilarión Eslava. Andante y allegro para Clarinete. (ver programa anterior)

 

Federico Olmeda: del Cuarteto en Mi: Andante sostenuto e mosso, Scherzo.

            Nacido en Burgo de Osma (Soria) en 1865 y muerto en Madrid en 1909 a la edad de 44 años, es el caso de este músico, como Arriaga, Gomis, Usandizaga o en nuestros días Francisco Guerrero, el de un joven genio muerto prematuramente.

            Formado en su ciudad natal, sobre todo en el órgano y el contrapunto, consiguió bien joven por oposición el magisterio de la catedral de Burgos, pasando en 1907 a Madrid a ocupar el del Monasterio de las Descalzas Reales. Ganó un concurso en Milán de composición de Fugas y en su etapa burgalesa realizó dos importantes trabajos musicológicos, Memoria de un viaje a Santiago de Galicia o Exámen crítico-musical del códice del Papa Calixto II, publicado en 1895, y Folklore de Castilla, publicado en 1902 y conocido vulgarmente como Cancionero de Olmeda.  

            Compuso tres Sinfonías, el poema sinfónico El Paraiso perdido, tres cuartetos de cuerda, obras para piano: Rimas, inspiradas en Bécquer, Sonata, publicada en Francia, Escenas nocturnas, Zortzicos, Valses y numerosa obra para órgano. A su muerte, su gran biblioteca, que contenía numerosos manuscritos antiguos, polifonía e incunables, fue adquirida en subasta por el librero de Leipzig K. W. Hiersemann, quién a su vez la vendió después a la Hispanic Society of America de Nueva York.

            Veinticuatro años tenía Olmeda cuando compuso este cuarteto en Burgos, donde está fechado el 23 de septiembre de 1889, y parece ser que se lo entregó a Monasterio para que lo interpretara en la Sociedad de Cuartetos, lo que nunca sucedió. Cuatro movimientos tiene el cuarteto de los cuales tocamos en este concierto los dos primeros, los más apropiados para realizar con orquesta de cuerda. Olmeda evolucionó desde un romanticismo con influencias de Chopin y Mendelssohn a un nacionalismo en la misma línea que sugería Pedrell. Este cuarteto pertenecería todavía a ese momento romántico del compositor influenciado por la poesía de Bécquer.

 

C.(arlos) G.(rassi). Fantasía para Fagot. 

Según las investigaciones de Francisco Mas, profesor de fagot del RCSMM, el autor de esta obra que firma con las iniciales 'C. G.' sería Carlos Grassi, oboísta nacido en Barcelona en 1818 y muerto en Madrid en 1886. En Barcelona compuso numerosas obras entre las que destacan una ópera, Il proscrito de Altemburgo, música para banda, un Himno para cuatro orquestas, misas y otras obras instrumentales. En 1855 marchó a Madrid donde entró como oboísta en la Real Capilla, el Teatro Real y profesor en el Conservatorio.

Esta obra tiene una curiosa y corta introducción de la que surge el solista que tras sucesivas cadencias irá poco a poco tejiendo una parte virtuosa y brillante, lo que nos demuestra que la técnica fagotística estaba ya muy desarrollada en España (el bajón ha sido uno de los instrumentos más importantes en la historia musical española). La parte orquestal, con intervenciones autónomas pero en función principal de acompañante, está trabajada y elaborada sin caer en el simplismo.

 

Jaume Pahissa. Sinfonía I, Trio.

            Dedicado inicialmente a la arquitectura, disciplina que abandonó por la música, este catalán nacido en 1880 murió en Argentina en 1969 donde se había exiliado en 1937.  Estudió en Barcelona con Morera y allí comenzó sus actividades de profesor, crítico, musicólogo y compositor, actividades que continuaría en Argentina donde mantuvo un estrecho contacto con Manuel de Falla, publicando una de las primeras biografías del músico gaditano. En España compuso numerosa obra orquestal, de cámara y operística estando siempre en la vanguardia; fue de los primeros españoles que cultivó el dodecafonismo, llegando a crear su propio sistema compositivo denominado 'intertonal'.

            La Sinfonía I, Trío  de 1903 para cuerdas es de las primeras obras que compuso, realizando años después otra Sinfonía II  para 'gran orquesta de cuerda'. Esta primera sinfonía, dedicada a su amigo Jesús Prado, es una obra atrevida para su tiempo que buscaba unos caminos distintos a los que entonces se cultivaban en España, los del nacionalismo musical. La obra presenta en los tres movimientos una gran riqueza temática con abundantes transformaciones, armónicas y formales, de los temas principales. El primer movimiento desarrolla la forma sonata, el segundo está planteado en forma de ‘lied’ y el tercero despliega una gran e imaginativa variedad formal con abundantes cambios de 'tempo' y citas de los movimientos anteriores. Instrumentalmente, la obra tiene la peculiaridad de que la orquesta no distingue entre violines I y II, simplemente en violines, violas, violoncellos y contrabajos.