(notas para el concierto realizado en el Festival de Arte Sacro de Madrid, marzo de 2009)

 

Mariano Rodríguez de Ledesma

Lamentaciones de Miércoles, Jueves y Viernes Santo

 

Hace 100 años, en 1909, el gran compositor y musicólogo Rafael Mitjana, que en realidad vivía de su carrera como diplomático, publicó un excelente libro titulado El maestro Rodríguez de Ledesma y sus Lamentaciones de Semana Santa. Estudio crítico biográfico. En este libro Mitjana atribuye a Rodríguez de Ledesma ser el primer músico romántico español y dice de él que "en su concepto de orquesta, completamente diferente de la de los maestros italianos, Rodríguez de Ledesma tiene en España un papel iniciador y es el primero que adopta las vías del arte moderno, orientándose hacia nuevos horizontes".

            100 años después de esta publicación, en 2009, tenemos ocasión de escuchar esta magnífica obra, plenamente romántica, que Mitjana no duda en calificar como "una de las cumbres de la música religiosa no sólo española sino universal”. Muchos melómanos conocerán ya a este gran compositor gracias a que el año pasado, dentro de los conciertos del Festival de Arte Sacro conmemorativos del bicentenario del 2 de Mayo de 1808, se interpretó otra de sus grandes obras: Oficio y misa de difuntos. A ellos para recordarles y a los que se acercan de nuevas para que lo conozcan, estas líneas sobre su vida y obra.

 

SU VIDA.

Mariano Rodríguez de Ledesma nace en Zaragoza el 14 de diciembre 1779 y muere en Madrid el 28 de marzo de 1847. Su nombre original era Mariano Nicasio Ledesma y se desconoce el momento, y las causas, en que se añadió el apellido Rodríguez; a pesar de que él ya solo utilizará este nuevo nombre, sus contemporáneos le llamarán indistintamente de las dos maneras, lo cual ha creado cierta confusión.

             Se forma desde niño en el colegio de Infantes de La Seo zaragozana con F. J. García Fajer el  Spagnoletto. En 1804 viaja a Sevilla contratado como tenor de la ópera de dicha ciudad y el 26 de abril de 1805 debuta en Madrid en el Teatro de la Cruz, como tenor principal, en rivalidad con Manuel García que cantaba en el de los Caños del Peral (rivalidad que no impidió que ambos cantantes fueran grandes amigos). En septiembre de 1806 es nombrado tenor supernumerario de la Real Capilla de Carlos IV, nombramiento que inicia su carrera en esta institución.

            A causa de la invasión francesa marcha a Inglaterra en 1810 donde lo nombran ‘Miembro del Concierto Filarmónico’ de Londres; en 1812 regresa a Madrid pero nuevamente tiene que huir.

            En Londres, Rodríguez de Ledesma alcanza gran notoriedad como músico y maestro de canto, siendo designado por el Príncipe de Gales (el futuro Jorge IV) ‘Maestro de perfección en el canto’ de la princesa Carlota, su única hija. La editora Breitkopf und Hartel le publica en Alemania hacia 1814 varias obras y la gaceta musical de Leipzig (Allgemeine Musikalische Zeitung,) en el nº 37 del 14-IX-1814 incluía algunas de sus canciones, además de un ‘estudio biográfico’ donde  le tributaban grandes elogios. (En este artículo se comenta la primera interpretación en España del Réquiem  de Mozart  realizada por Rodríguez de Ledesma "no obstante las dificultades que le promovieron los cantantes e instrumentistas").

            Regresa a Madrid en 1815 y es nombrado contralto de la Real Capilla y ya en 1817 Maestro supernumerario; además, don Francisco de Paula le designa profesor de canto de su esposa, Luisa Carlota, a quién dedicaría más tarde su método de canto. En 1819 compone el Oficio y Misa de Difuntos  para los funerales de la Reina Isabel de Braganza;  al año siguiente el Ayuntamiento de Madrid le encarga la dirección musical  de las honras por las victimas del 2 de Mayo y en 1821  es nombrado por el rey miembro de la Academia Nacional de Ciencias y Bellas Artes, lo que demuestra su reputación, ya que es el único músico nombrado para tal institución.

            En junio de 1822 marcha de nuevo a Londres; al año siguiente el músico no regresa a Madrid seguramente por miedo a la represión desatada por Fernando VII y éste le separa de sus destinos "por adicto al sistema constitucional". Instalado de nuevo en la capital británica, Rodríguez de Ledesma se convierte en una de las personalidades más interesantes del exilio liberal español:  es nombrado académico de la Royal Academy of Music y en 1825 profesor de dicha academia y director de la clase de canto. En 1827 realiza un viaje por Alemania y al año siguiente Rossini lo propone como profesor del Conservatorio de París, pero Rodríguez de Ledesma no acepta por hallarse  mejor establecido en Londres.

            En 1827 publica en Londres y París su Colección de Quarenta ejercicios o estudios progresivos de vocalización con algunas observaciones sobre el canto y la parte orgánica y material de la voz,  método de canto dedicado a la infanta Carlota. En 1835, ya en Madrid, es nombrado adicto facultativo del Conservatorio, encargándole el ministro de la Gobernación estudios sobre las mejoras  que se podrían hacer en el Conservatorio de María Cristina.

            El 7 de junio 1836 es nombrado, sin pruebas de oposición y debido a sus méritos, Maestro de la Real Capilla con 20 mil reales de sueldo anual. (Esta nueva etapa del músico aragonés será la de mayor esplendor en su labor creativa, componiendo no solo música religiosa sino también para el concierto y  el baile de Palacio). 

            Posteriormente es nombrado maestro de los  hijos de Francisco de Paula y Luisa Carlota,  presidente de la sección de Música del Liceo Artístico y Literario, presidente del comité Lírico de los Teatros de Madrid y lo distingue S. M. con la Cruz de Isabel la Católica.

            A partir de 1840 se acentúa su hipocondría alejándose en los años sucesivos de toda actividad que no fuera la de Palacio. Sufre una hemiplejia y en 1846 el agravamiento de su enfermedad le impide asistir definitivamente a la Real Capilla, siendo sustituido por H. Eslava. Muere en marzo de 1847 siendo enterrado en el cementerio de San Isidro. (La fecha de su muerte no está clara, pero parece ser que fue el 28).

 

SU MÚSICA.

Rodríguez de Ledesma puede ser considerado como el primer músico romántico español, el primero que conecta con el romanticismo que surge en centroeuropa y el primero que cultiva en España su estética, pero para la mayoría de sus contemporáneos españoles, aunque destacaban el valor expresivo de su música, el avance de su armonía y, sobre todo, el colorido de su orquestación, apenas cuenta, ya que estas novedades las plasma en obras religiosas que tienen poca difusión fuera de la Real Capilla debido a que entonces los conciertos públicos apenas existían y lo que el público demandaba, ante todo, era ópera fundamentalmente italiana.

La música de Rodríguez de Ledesma, que abarca canciones para una o varias voces con acompañamiento de piano, guitarra u orquesta, piezas instrumentales para diversos solistas, oberturas para orquesta y sobre todo música sacra: grandes misas y oratorios religiosos para solistas, coros y orquesta, se puede dividir en dos grandes períodos. El primero, con una gran influencia de Haydn y Mozart, iría hasta su tercera estancia en Londres, siendo sus principales obras los Responsorios de Reyes, y el Oficio y misa de difuntos. El segundo periodo, a partir de su definitivo regreso a España en 1835, puramente romántico, está caracterizado por una rica orquestación y una gran fuerza expresiva producto de la riqueza armónica. La influencia romántica se aprecia también en la importancia que concede a los instrumentos de viento y sobre todo en su peculiar visión de la función de la orquesta en el contexto de la obra, en muchas ocasiones verdadera protagonista, lo cual le distingue de los  italianos y le distancia del resto de los músicos españoles. Las grandes obras de esta época serían la Misa grande en Rem, la Nona de la Ascensión y las Lamentaciones de Semana Santa.

 

LAS LAMENTACIONES.                                                                                             

Cuenta Mitjana en el libro antes citado que “el Oficio de Tinieblas es una de las ceremonias más conmovedoras con que la liturgia católica conmemora la Semana Santa. Sustituye a los Maitines que dan comienzo a los oficios propios de las otras festividades, y en realidad viene a constituir una larga preparación del espíritu, antes de abordar los más altos y transcendentales misterios. La iglesia romana se ha complacido siempre en rodear sus ritos de la mayor suma de elementos estéticos. Su objeto es hacer percibir a los sentidos todo lo que pretende que llegue al alma, y las ceremonias de Semana Santa forman una serie de actos solemnes, episodios de un grandioso drama litúrgico, en el que el simbolismo ocupa un lugar preeminente. Por esto en las Tinieblas se sitúa en medio del coro un gran candelabro triangular en el que se colocan quince cirios: siete a derecha y siete a izquierda de cera amarilla, uno en el centro de cera virginal. Este último representa a Cristo; los catorce restantes a los  once apóstoles y las tres Marías, que abandonaron al maestro. Esta es la causa por la que se van apagando lentamente a medida que se suceden las preces rituales, para recordar la huida de los unos, el silencio de los otros. Sólo la vela central permanece encendida siempre vigilante a pesar de la oscuridad y del silencio. Al llegar al último versículo del Benedictus se la oculta tras del altar mayor, en señal del desenlace trágico del drama, pero después del Miserere reaparece triunfante, simbolizando la resurrección. Aun en los siglos medios, los Oficios de Tinieblas eran celebrados antes del amanecer, pero poco a poco, para mayor comodidad del clero, se fueron anticipando de manera que en la actualidad, el Miércoles Santo por la tarde se cantan los del Jueves, y lo mismo ocurre con los demás”. 

Cada día del Oficio consta de tres Nocturnos y cada Nocturno se compone de tres Salmos,  con sus correspondientes Antífonas,  y de tres Lecciones con sus Responsorios. Las Lecciones del primer Nocturno de cada día son llamadas vulgarmente Lamentaciones porque utilizan el texto bíblico del profeta Jeremías. Los Salmos y las Antífonas se ejecutan a canto llano, mientras que las Lamentaciones se puedan componer libremente en cada época. Prácticamente todos los maestros de capilla españoles han compuesto Lamentaciones, lo que en su conjunto supone uno de los legados de música sacra más importantes que existen en nuestro país.

Por tanto, es esta parte del Oficio de Tinieblas, las Lamentaciones la gran composición  que realiza Rodríguez de Ledesma y objeto de este concierto. Se trata de una obra con una concepción plenamente romántica que une a una instrumentación notabilísima y acorde con su época, una portentosa abundancia de ideas originales, una fuerza dramática irresistible y de elevada inspiración y un derroche de saber musical poco común en la música religiosa española de la época.

Rodríguez de Ledesma compuso sus Lamentaciones en dos períodos: las correspondientes a Miércoles y Jueves en el verano de 1837 (estrenándose en la Semana Santa de 1839 en los oficios de la Capilla Real) y las de Viernes Santo en 1843 (uniéndose a las anteriores en todos los oficios a partir de esta fecha), siendo de los pocos compositores españoles que han realizado el ciclo completo.

En una carta que envía a la Reina regente en 1839 protestando por la situación de abandono de la Real Capilla dice:"En la Semana Santa de 1837 observé que V.M. se había dignado asistir a la tribuna a la hora de maitines en la que se ejecutan las Lamentaciones, y desde luego me propuse escribir todas las del Miércoles y Jueves Santo para el año siguiente de 1838, y en el verano de 37 emprendí y concluí seis particiones de esta clase de trabajo árido y severo para poner con acierto y buenos resultados artísticos, por la clase de conceptos que encierran las palabras". Rodríguez de Ledesma no las pudo interpretar en 1838 por falta de músicos en la Real Capilla y con esta carta pedía los aumentos necesarios (8 en total) para poderlas realizar en 1839, hecho que así sucedió pudiéndolas reponer hasta 1844 en que se interpretaron junto a las Siete palabras de Haydn.

Contó en su momento con grandes cantantes e interpretes españoles y para ellos compuso los magistrales solos vocales e instrumentales (de trompa, cello y corno inglés) que la obra posee. Las partes de soprano, tanto solista como de coro, fueron cantadas por castrati y la de contralto por un tenor de voz acontraltada, de ahí el registro especial que esta parte solista tiene. La formación de la orquesta es la típica de este período romántico, aunque principalmente se acomoda a la plantilla, más los aumentos, que podía disponer la Real Capilla entonces muy exigua debido a problemas económicos. No tiene trombones ni timbales pero curiosamente utiliza oficleide (tuba) para reforzar a los pocos cellos y contrabajos de que disponía; Rodríguez de Ledesma fue uno de los primeros músicos españoles que utilizó este instrumento en la música sinfónica.