Carta al director. Publicada en la revista SCHERZO.

Mejillas después de la bofetada

 

            José Luis Pérez de Arteaga, en su última filípica del scherzo de Noviembre, da cuenta de un hecho sorprendente en torno a la música española del XIX que no puede pasar "como si tal cosa"; y al socaire de las mejillas, es necesario mostrarlas cuando ya han sido abofeteadas, las     dos.

            Hay un eslabón en la música española, segunda mitad del XVIII-primera del XIX, que no está, en absoluto, perdido; se sabe en gran medida donde están las obras y quién es quién, pero (vaya vd a saber por qué) no hay el más mínimo interés en soldarlo al resto de la historia musical española. Hay un grupo de  ignorantes agoreros que no han visto nunca en su vida una partitura de esta época, ni escuchado una sola  nota,  que  dicen que es música pobre y sin valor, ¡ja!.  Los promotores españoles  de conciertos y los aficionados medios, apoyándose en este gran pensamiento intelectual, no tienen ningún interés en apoyarla, grabarla,  o mostrarla, ni mucho ni poco (n/s, n/c).   

Pero hete aquí que vienen "los extranjeros", nuevos marshalles de la cultura española, y nos demuestran lo contrario con  los nombres de Arriaga (ése ya lo conocemos todos, es de Bilbao), Nonó, Pons o Moreno, y a partir de ahora todo puede ¡ojalá! cambiar (sobre todo si lo dirige Fernandovich, Hernandourt, Garciner, o Frügen de Flandes). Y a esos compositores (para dar pistas)  podríamos añadir los de  José León,  del Moral, Manuel Rodríguez de Velasco, García Fajer, Francisco Mayo, Carlos Almeida, que compuso cuartetos bastante antes que Arriaga, el madrileño Manuel Blanco y Camarón, muerto con 36 años y cuyas sinfonías son totalmente desconocidas hasta por los expertos en la materia, José Gomis, Ramón Carnicer, y, por supuesto, Mariano Rodríguez de Ledesma, uno de los primeros románticos y el mejor compositor español de todo el XIX( y no exagero un ápice), quién montó, por primera vez en España,  el Réquien de Mozart (eso dice muchas cosas), y cuyas Lamentaciones -"una de las cumbres de la música religiosa española" (palabras de Mitjana, y no exagera un ápice)- aún esperan en el limbo de la música callada. O el concierto para "Bioloncello" (sic) sin autor que hay en la Biblioteca Histórica de Madrid cuyas partes instrumentales son excelentes pero al que le falta la parte solista porque alguien la ha robado, o las más de 20 sinfonías sin autor, etc, etc.

            Ahora bien, cuando algún grupo español hemos pretendido montar en concierto, que no grabar en disco (Olimpo en España quasi inalcanzable), alguna de estas obras, hemos obtenido respuestas del tipo "si me pones a estos españoles desconocidos en el programa no viene nadie al concierto". Porque aquí hemos pasado del XIX en que apenas se tocaba música del resto de Europa, al XX en que solo se toca música del resto de Europa. Pero claro, si viene la Camerata Schwrumbun de Basilea, el noneto Zjrcëbwin de Praga, o Concerto Köclön de Alemania con las mismas propuestas que antes hemos realizado grupos españoles se le cae la baba no ya al promotor sino al público, que según los promotores es el gran culpable. Seguro que inmediatamente alguien dirá: "si, pero ellos lo hacen mejor y más barato"; a lo cual solo puedo contestar como aquél portugués: "tiene vd toda la razón, pero la razón que tiene es poca, y la poca que tiene no le vale", porque ni todos ellos son tan buenos y baratos, ni todos los de aquí tan malos y caros; ya sabemos que este es un país donde se venden más kleenex y magazines en una Boutique  que  revistas y pañuelos en una Tienda.

            Próximamente habrá en Madrid un ciclo de "Música romántica" organizado por un organismo público y pagado con el dinero de todos los españoles (o por lo menos de algunos), veremos cuantos compositores del XIX español se programan. Visto lo cual va a tener razón Arrabal con su proclama cuando dice que el patrimonio español, al menos el musical, hay que venderlo, total no interesa a sus herederos, porque como dijo un señor que ahora es ministro "los españoles no servimos para la música, y nuestra pretensión de incluirla en la universidad es como querer plantar coles en un rosal" (que cada uno asigne libremente el vegetal). Además, si lo vendemos por lo menos se sacará dinero para pagar los trajes de seda de la próxima zarzuela, incluida "nueva edición acrítica" de las copias originales ya editadas por el primer editor crítico, o el cachet del próximo conductor, musical se entiende, de la OCNE.