(notas para el concierto realizado en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, junio 2009)

 

 

DE HAYDN A LA ZARZUELA

 

            Si ordenamos a los autores de este concierto cronológicamente vemos que hay un arco histórico progresivo que va desde la segunda mitad del Siglo XVIII (J. Haydn) hasta nuestros días (C. Díez) pasando por los inicios del XIX (J. Pons y G. Rossini) y finales del XIX  y principios del XX (J. M. Echeverría, G. Giménez y P. Luna). Pero si atendemos al orden que figuran en el programa del concierto enseguida apreciaremos que las obras transitan desde lo que entendemos por música culta hasta la de inspiración más popular.  

            Abre este programa el Concierto para violoncello y orquesta en ReM, Hob. VIIb: 2, del compositor austriaco Joseph Haydn (Rohrau, 1732-Viena, 1809), del que este año se cumple el bicentenario de su muerte. Tras ser proclamado en vida como el más grande compositor vivo de Europa, Haydn tuvo que atravesar su particular desierto del siglo XIX en que se le consideró un músico menor en comparación con Mozart y Beethoven, para resurgir en el XX como uno de los más grandes compositores de la historia de la música. Era la norma en su época que los músicos sirvieran bien a la Iglesia o a la Nobleza (o a ambas), y, siguiendo esta norma, Haydn pasó a servir como Kapellmeister en la corte principesca de los Esterházy, en Eisenstadt, primero para el príncipe Paul-Antoine y después para el príncipe Nikolaus. En total permaneció en esa corte unos 30 años, desde 1761 hasta 1790 año en que se jubiló y le concedieron la carta de libertad; sólo entonces pudo viajar fuera de la corte de los Esterházy y sus viajes, tanto en Alemania como especialmente en Londres, se convirtieron en continuos recibimientos multitudinarios como los que hoy día puede recibir cualquier estrella de la música Pop o del cine. En sus últimos años, como músico libre, ganó tanto dinero o más que durante los años que estuvo al servicio de los Esterházy. Fue venerado por sus colegas compositores, por los aficionados y especialmente por los intérpretes, que veían en la interpretación de su música una continua fuente de placer. Haydn, masón convencido y practicante, murió durante la ocupación napoleónica de Viena, convirtiéndose su entierro en una manifestación multitudinaria.

            Por supuesto, ‘Hayden’, como se escribía y se pronunciaba en España en el XVIII, también fue muy conocido y venerado en nuestro país, seguramente mucho antes que en la mayoría de países europeos. Numerosos archivos y bibliotecas españoles conservan primeras copias manuscritas. La Condesa-Duquesa de Benavente-Osuna le hizo un contrato para que le enviara 12 obras anuales de cualquier especie y el Duque de Alba le hizo otro contrato para que le enviara cuartetos de cuerda; por esta razón, Goya pintó al Duque apoyado en un Fortepiano y con una partitura de Haydn en la mano (cuadro que se conserva en el Museo del Prado). A su vez, en Cádiz, le encargaron en 1787 las Siete últimas palabras de Nº Sº Jesucristo en la Cruz para la cofradía de la Santa Cueva, y no menos importante es la admiración que le profesó el poeta y músico Tomás de Iriarte, que en su poema La música escribe: ... Tiempo ha que en sus privadas Academias / Madrid a tus escritos se aficiona, / y tú su amor con tu enseñanza premias; / mientras él cada día / con la inmortal encina te corona / que en sus orillas Manzanares cría”. También otro intelectual y músico, José M. Blanco White, le profesó gran admiración, dando a conocer al aficionado español su fallecimiento en un artículo que escribió en el Semanario Patriótico de Sevilla en agosto de 1809.  

            Sobre los cinco conciertos para violoncello y orquesta que A. van Hoboken consigna en su monumental Catálogo de obras de Haydn se ha cuestionado la autoría en un momento u otro y se han atribuido, según circunstancias y lugares, a diferentes autores. Hoy en día parece que los musicólogos se han puesto de acuerdo al menos en dos, el de Do mayor y el que nos ocupa en el concierto de hoy de Re mayor, y se ha establecido sin ningún género de dudas que ambos pertenecen al músico austriaco. Este de Re mayor parece ser que fue compuesto hacia 1783 para que lo interpretara alguno de los dos virtuosos violoncellistas de la orquesta de Esterházy: Valentino Bertoja o Anton Kraft. Este último fue un gran virtuoso para el que Beethoven compuso la parte de violoncello de su Triple concierto, op 56, y durante mucho tiempo se creyó que el Concierto de Re mayor lo había compuesto él. Estamos, pues, ante un gran Concierto en tres movimientos de gran exigencia virtuosística para el solista en el que parece presente el recuerdo que pudo dejar Boccherini en Haydn cuando se conocieron en Viena en 1764.

            La compositora madrileña Consuelo Díez tuvo una primera gran influencia musical en la figura del profesor Luis Rodríguez Sainz que la encaminó hacia la composición. Después ingresaría en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y allí obtendría los títulos superiores de Solfeo, Piano y Composición paralelamente a la Licenciatura en Historia del Arte por la Universidad Complutense. Más tarde se traslada a EEUU con una beca Fulbright donde continua estudios de Composición y Música Electroacústica en la Hart School of Music de la Universidad de Hartford que culmina con un Doctorado en Artes Musicales en dicha universidad. Ha sido directora del Conservatorio Profesional de Música ‘Adolfo Salazar’ de la Comunidad de Madrid, directora del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea del Ministerio de Cultura y actualmente es la directora del departamento de Asesoría Musical de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid y directora del Festival Internacional de Música de Quintanar de la Orden (Toledo).

A lo largo de su trayectoria compositiva ha obtenido numerosos e importantes premios de composición como el Real Art Ways, el Pi Kappa Lambda, el Norman Bayles Memorial Award, el Premio Jóvenes Creadores 1989 de Madrid, el Premio Ciudad de Heidelberg y el World Music Days. Su obra se interpreta regularmente en Festivales y temporadas de conciertos  tanto de Europa como de América y es importante reseñar su selección en Festivales tan prestigiosos como el ‘9º Summer Program’ del Charles Ives Center, la Tribuna Internacional de Compositores de la UNESCO y la Sociedad Internacional de Música Contemporánea. Estamos, pues, ante una de las compositoras más importantes del actual panorama musical español.

            Su obra Paisaje grana, para mezzosoprano y orquesta, fue compuesta en 1982 mientras  realizaba los estudios de composición; posteriormente, en el año 2000, realizaría una pequeña revisión y sería estrenada el 25 de febrero de ese año por la mezzosoprano Vania Vatralova y la Orquesta Ciudad de Elche bajo la dirección de Vicente Sempere, a quien está dedicada la obra. Díez utiliza para el canto un bellísimo texto poético de Juan Ramón Jiménez, que describe la contemplación de un paisaje, al que la música orquestal acompaña con una delicada sensibilidad que refleja y complementa las impresiones que el texto quiere transmitir. Sobre la obra nos dice la autora: “Está basada en un poema de Juan Ramón Jiménez del mismo título  y en ella el texto y la música se entrelazan formando un todo indivisible. De hecho, la forma musical que adquiere la obra proviene de la estructura del poema. Así mismo, la estrecha imbricación entre la parte vocal  y las demás partes instrumentales, conforma las sonoridades y el ambiente en el que se desarrolla toda la pieza”.

            El músico catalán José Pons nació en Gerona hacia 1768; allí estudió como niño de coro con M. Gónima y  J. Balius. Posteriormente hizo oposiciones a varios magisterios de Capilla hasta que en 1791 consiguió la plaza de Gerona y en 1793 la de Valencia, permaneciendo en esta ciudad hasta su muerte en 1818. Colaborador del jesuita expulso Antonio Eximeno, seguramente el más importante teórico musical español del XVIII, estaba muy al tanto de los diferentes estilos musicales de su época. Sus obras están repartidas por muchas ciudades españolas, pero es especialmente en Valencia donde se conserva el mayor número; el musicólogo J. Climent ha catalogado más de 130 obras, entre ellas varias sinfonías y oberturas para orquesta, algunas publicadas recientemente en EEUU. Fue famosa su obra descriptiva Batalla entre Miguel y Luzbel, y aunque el musicólogo R. Mitjana lo acusa de italianizante y de llevar la decadencia a su Capilla musical por "exagerado dramatismo que supera el límite permitido en el género religioso" no duda en calificar sus  Lamentaciones de 1815 como una hermosa obra original, romántica por el color y la expresión, "un aliento oriental ha pasado a través de estas armonías...,  ruda y salvaje, profundamente española".

            La sinfonía que hoy nos ocupa, aparte de Valencia, debió ser interpretada en Madrid en alguno de sus teatros, ya que existe una copia manuscrita en la Biblioteca Histórica del Ayuntamiento proveniente del fondo de teatros. Está estructurada en un solo movimiento con diferentes tiempos, y su aire alegre, luminoso, sencillo pero lleno de vitalidad, inclina a calificar de 'mediterránea' esta deliciosa sinfonía: un 'Andantino maestoso' a modo de brillante obertura da paso al principal movimiento temático, un melodioso y rítmico 'Allegro', que culmina en un 'Presto' de claro ritmo hispánico de sabor popular.

            Contemporáneo del anterior músico español fue el italiano Gioacchino Rossini (Pesaro, 1792-París, 1868). Si más arriba decíamos de Haydn que fue considerado como el más importante compositor occidental vivo, no menos se podría decir del genial Rossini que fue en vida el músico más famoso de Europa, por encima incluso de su contemporáneo Beethoven, apreciado y valorado por sus colegas y, sobre todo, por las masas de aficionados que llenaban los teatros para escuchar sus óperas (tanta fama que sorprendería a los que hoy en día se sorprenden de la fama que tienen algunas estrellas de la música ligera). Rossini se formó musicalmente en Italia y comenzó a ser verdaderamente famoso a partir de 1813, año en que presentó  sus séptima y octava ópera: La italiana en Argel y Tancredo. Posteriormente vendrían numerosas más entre las que destacan El barbero de Sevilla y Guillermo Tell, la última que compuso, todavía joven, en 1829 en un París rendido a sus pies y que le nombró director del Conservatorio y del Teatro Italiano. Rossini acumuló en vida una grandísima fortuna y al morir dejó en testamento que parte de ella fuera dedicada a un asilo para músicos retirados. Se cuentan numerosas anécdotas (unas apócrifas y otras verdaderas) sobre su facilidad para componer y su pasión por la gastronomía de la que nos han quedado sabrosos ejemplos. Pero lo que sigue siendo un misterio es el por qué dejó de componer ópera tan joven y en la cúspide de su éxito y fama.

La relación de Rossini con España fue muy estrecha y fructífera. Tuvo en el cantante Manuel García a uno de sus principales amigos y valedores y para él escribió numerosos e importantes papeles operísticos. Se casó en primeras nupcias con la soprano española Isabel Colbrán y, a pesar de que se separó de ella, ayudó y promocionó a sus familiares por parte española, los Espín y Guillén padre e hijo (este último realizó una importante carrera de director de orquesta por toda Europa). En España fue un verdadero ídolo de multitudes. Bien pronto se conocieron sus óperas gracias a las hermanas Moreno, dos sopranos madrileñas que se habían formado en Italia. El cura español Manuel Fernández Varela le encargó su famoso Stabat Mater y en Madrid se estrenó en la iglesia del Convento de San Felipe del Real el Viernes Santo de 1833. Como dato curioso hay que decir que en esta interpretación fue la primera vez que cantaron mujeres en una obra religiosa dentro de una iglesia en España, lo que provocó una airada polémica, que duró semanas, entre la prensa, los músicos, los aficionados y la jerarquía eclesiástica sobre si era lícito y conveniente que cantantes femeninas participaran en obras religiosas, algo en aquella época impensable. 

            Rossini compuso El barbero de Sevilla en 1816 sobre un libreto de Cesare Sterbini basado en la comedia homónima de Beaumarchais (Mozart compondría años antes sus Bodas de Fígaro sobre la segunda parte de la misma obra). Fue estrenada en Roma, en el Teatro Argentina, en febrero del mismo año, asumiendo el papel principal el tenor español Manuel García. Muchos años después, engordando su propia leyenda, el propio Rossini contaría que la había compuesto en 13 días. Hay que reseñar que esta ópera, una de las más importante de todos los tiempos, fue un fracaso el día de su estreno. Sus maravillosas arias son interpretadas regularmente en concierto de forma aislada por los grandes cantantes. En este caso oiremos la famosísima Una voce poco fa.

            Hemos ido dejando poco a poco las músicas de carácter más culto para ir hacía las de carácter popular, encarnadas aquí por la Zarzuela. Pero antes de abordar dos famosas romanzas de nuestro genuino teatro musical popular, oiremos, como transición, una obra para orquesta de cuerda representativa de lo que se dio en llamar ‘música de salón’ finisecular o ‘música de balneario’, establecimiento que en el XIX estaba tan en boga o más que ahora.

Poco conocemos del músico guipuzcoano José María Echeverría, nacido en Lasarte en 1855. Comenzó sus estudios en Guipúzcoa continuándolos en Madrid con gran éxito, posteriormente regresó a San Sebastián donde se estableció y desarrolló su actividad profesional. Investigó en el folklore vasco publicando varias obras que fueron elogiadas por el gran Felipe Pedrell, también participó en política y en la última guerra carlista, donde fue herido. Editó bastantes composiciones algunas de las cuales fueron interpretadas en la Sociedad de Conciertos de Madrid.

            Esta María Luisita, Gavota Op. 12 de1892 es una delicada y candorosa pieza genuina representante de lo que antes señalábamos como música de salón y música de balneario, géneros muy en boga en el período  finisecular. Fue interpretada por la orquesta de la Sociedad de Conciertos de Madrid, dirigida por el maestro italiano Mancinelli, tanto en Madrid como en la sala Kursaal de San Sebastián donde pasaba la orquesta los veranos haciendo su particular ‘agosto’ al servicio del naciente turismo de las clases altas.

            Uno de los más grandes compositores de Zarzuela en su vertiente Género Chico fue el andaluz Gerónimo Giménez, nacido en Sevilla en 1852 y muerto en Madrid en 1923. Giménez (escribimos con ‘G’ su nombre y apellido porque así lo escribió el siempre) se consideraba profundamente gaditano ya que fue en Cádiz donde pasó su infancia y juventud, allí se formó como músico y fue becado por su Diputación para estudiar varios años en el Conservatorio París donde culminó sus estudios con las más altas calificaciones. Se le recuerda hoy día solamente por un puñado de geniales zarzuelas en las que destaca un gran dominio orquestal pero en sus inicios tuvo veleidades sinfónicas (como otros compositores españoles) componiendo varias sinfonías y otras obras de carácter  sinfónico. Amadeo Vives, por la gracia y vitalidad de su música, le llamó el ‘músico del garbo’, pero su dominio sinfónico y su particular concepto instrumental de abordar la música española influyeron poderosamente en M. de Falla que lo consideraba un gran maestro. También destacó Giménez como violinista y sobre todo como director de orquesta. Es de lamentar que su muerte se produjera en el olvido y casi en la indigencia.

Entre las grandes zarzuelas de Género Chico que compusiera está en un lugar preferente La tempranica, sobre libreto de Julián Romea Parra, estrenada en el Teatro de La Zarzuela de Madrid en 1900 tras dos años de absurdos aplazamientos. Si antes he señalado la influencia que Giménez pudo tener en Falla, también se ha reseñado en múltiples ocasiones que La tempranica fue precursora de la ópera de Falla La vida breve. Las grandes cantantes españolas han interpretado regularmente en salas de concierto el famoso Zapateado de esta zarzuela ‘La tarántula é un bicho mu malo’ que canta el personaje de Grabié (tiple cómica), pero no tan frecuente, aunque también se suele interpretar, es la bellísima romanza que aquí nos ocupa, Sierras de Granada, que canta la protagonista en la sección central del número 5 de esta zarzuela. En su versión original representada lleva coro pero cuando se interpreta en versión de concierto se suele prescindir de él.

            Si Giménez y otros compositores de zarzuela destacaron en la vertiente más nacionalista del Género Chico, los que desarrollaron su carrera ya en el s. XX recibieron la influencia de otros géneros musicales que venían de fuera y los mezclaron con la zarzuela. La más importante de estas influencias fue la de la opereta centroeuropea y, junto con Amadeo Vives, el que mejor y más destacó en lo que podríamos llamar opereta española fue el aragonés Pablo Luna, nacido en Alhama de Aragón en 1879 y muerto en Madrid en 1942. Luna se formó musicalmente en su tierra natal principalmente como violinista y compositor. A principios del XX se traslada a Madrid, ya que es contratado como director musical del Teatro de La Zarzuela, y comienza su triunfal carrera de compositor lírico que le mantiene en la cúspide del género hasta su repentina e inesperada muerte. También probó fortuna en el incipiente cine sonoro español, compuso la música para una película de Miguel Fleta, aunque con menor éxito

            Entre las más de 100 zarzuelas y operetas que compuso, destaca un grupo de ellas de ambiente exótico (temática que también estaba de moda en la opereta centroeuropea) y entre éstas tiene un lugar preferente El niño judío, estrenada en 1918 con libreto de Antonio Paso y Enrique García. La más famosa romanza de esta zarzuela-opereta es la que nos ocupa en este concierto, la titulada De España vengo..., verdadero himno patriótico que canta Concha, una de las protagonistas, en el acto 2º de la obra en respuesta a la curiosidad del Rajá de la India Jamar-Jalea sobre su procedencia. Cuentan que le vino a Luna la inspiración de esta bellísima romanza durante un viaje en tren de Madrid a El Escorial.